Sunday, September 14, 2008

La vida en La Barranca


Conocí a José Manuel Aguilera personalmente una noche en la plaza de Coyoacán. El encuentro duró dos minutos; me entregó una copia de El Fluir, el álbum que La Barranca recién había grabado, y nos despedimos. Mi misión era escuchar el disco para luego entrevistarme con el guitarrista y el resto del grupo. La cita con el conjunto fue igualmente en Coyoacán, en un café por la mañana. Durante la charla me enteré de que para llegar a “Zafiro”, una de las canciones incluidas en El Fluir, Aguilera hizo un viaje a Veracruz por unos cuantos días, con la intención de provocar un encuentro con Agustín Lara y Toña La Negra. Ese detalle me gustó de verdad. Acudir a Tlacotalpan para rastrear aquella sangre marchita que, según Toña, tiene el coral. “Zafiro” es una composición densa, si se ubicara a orillas de la costa, el escenario sería nocturno y la tempestad azotaría a unas palmeras que, en lugar de lucir borrachas de sol, se aferrarían a sus raíces para que el viento no las abandonase en medio de la salvaje marea. Y es que Aguilera estimula imágenes con su sonido; al menos así lo ha hecho conmigo desde que me topé con un cassete de La Barranca en el museo de antropología, por cierto, con un alacrán eléctrico en la tapa. Conociendo a Aguilera esa mañana en Coyoacán, enterándome de la clase de detalles que me reveló durante la entrevista, lo que ocurrió fue que mis visiones, lejos de difuminarse tras enterarme de las menudencias de cómo fueron generados esos sonidos y esas palabras, no hicieron más que expandirse, casi sin control. Saber más sobre esa música me hizo internarme con mayor profundidad en la barranca.

David Cortés caminaba apretujado en los pasillos del Tianguis del Chopo cuando tomé su hombro y me presenté. Llevaba tiempo leyendo sus textos y quería preguntarle algunos detalles respecto a su libro El otro rock mexicano, un trabajo que me interesaba para mi tesis, que entonces realizaba. Por fortuna, desde ese momento no perdí contacto con él, pues nos encontramos varias veces en conciertos de La Barranca. Un día me dijo que estaba trabajando en un libro sobre el grupo. Celebré entonces el proyecto, porque La Barranca me gusta, pero además me pareció que nadie como Cortés podría amagar a los demonios de Aguilera para luego contenerlos entre tapa y contratapa. Porque sobre el millar de dificultades que acarrea hacer un libro sobre La Barranca está conseguir que José Manuel afloje la mandíbula; para que eso suceda debe existir confianza. Y David no sólo se la ganó, no sé desde cuando; sino que se metió hasta el cuarto de ensayo del grupo; repasó sus paredes para describirlas en papel y lo mismo hizo con los detalles más escondidos de la historia del grupo.

Si se toma en cuenta que La Barranca está cerca de la corriente -hablo de la corriente eléctrica y de la de los ríos tempestuosos- el salto de los voltios y la espuma a las páginas no es un movimiento sencillo. Basta echar oído a los proyectos que José Manuel sostiene para enterarse de que es un hombre filoso a la hora de tomar la pluma, y la plumilla también. Así que el reto no fue fácil para David; hubo que esquivar tsunamis, estallidos internos, tempestades y días negros; toparse con alacranes, reptiles, minotauros y mantis religiosas gigantes. Hubo que amansar a la animalada y los fenómenos naturales en la medida de lo posible, quizá a madrazos, pero al final fue posible y el libro que hoy se presenta es la prueba de ello. Hagamos el viaje pues, hacia las páginas y de paso hacia el rayo láser lector de los discos, tomemos el riesgo, así como Aguilera hizo con su escapada a Veracruz y su tempestad nocturna para finalmente aterrizar en “Zafiro”. Larguémonos unos cuantos días para provocar el encuentro que más nos convenga. Y ya hablando de estimular imágenes, y tomando en cuenta que la de hoy es una celebración, me gustaría creer que al terminar este protocolo, sobre la mesa que ahora sostiene nuestros codos aparecerá una garrafa de mezcal con la que José Manuel tomara aliento para tocar con su acústica, claro, “El mezcal”. O en el mejor de los casos, que alguien destapará un frasco de bacanora y todos nos rasparemos la garganta junto a las rimas de “Hendrix”. Salud José Manuel & David, salud a la orilla de esta barranca.
Texto leido durante la presentación del libro La vida en La Barranca, de David Cortés, en el Multiforo Alicia.