Wednesday, October 03, 2007

Tacos de guisado

Talina era, para mi gusto, la chica más chida de la prepa entera. Se pintaba el cabello de rubio y usaba gafas. Era delgada y con un par de nalgas muy correctas. Aparentaba ser una persona muy enterada de lo que sucedía en nuestro país y lo mostraba en las clases de Problemas Socio- económicos y Políticos de México. Ponía cara de asco cuando alguien intentaba hacerse el gracioso con ella y miraba con desdén a la horda de ineptos que llegábamos tarde a clase, sudando y ladrando necedades después de estar en las canchas por horas. Entonces yo no medía no más de un metro con cincuenta centímetros y jamás me había pasado un rastrillo por las patillas, así que es sencillo comprender por qué un día cometí la torpeza de platicarle a “alguien” que yo era fan de Talina. Me descosí de un jalón y no sólo revelé que la rubia postiza me gustaba; expliqué con detalles que tenía un pedestal imaginario para ella en mi habitación y cómo desde ahí su exquisita silueta era contemplada babosamente todas las noches. Claro que ese “alguien” corrió de inmediato a contarle mis idioteces a aquella. Lo supe cuando llegué al salón y la Álvarez (ese era su apellido, lo recuerdo bien) me sonrió de manera especial. Pero aguarden, no era una sonrisa de ternura, sino una que insinuaba que desde ese momento en adelante yo dejaría de ser una rata hambrienta –como todas las que olisqueaban su andar- para convertirme en La Rata. Apenas terminó la clase se levantó de su asiento, justo frente al escritorio del maestro, para cruzar todo el salón contoneándose y haciéndose notar a cualquier costa para luego detenerse en mi pupitre, hasta el fondo. Se inclinó hacía mí y, de lasciva forma, me ofreció de su manzana. Antes ni siquiera me saludaba, pero repentinamente la tenía ¡sentada en mis piernas y preguntándome al oído, muy quedo: ¿quieres manzana?! Y cuando digo esto les pido que se la imaginen pegando sus labios a mi oreja mientras sus… sí, sus nalgas, caían con todo su peso sobre mis flacos muslos. Manzana. Me daba de su manzana. El rumor del salón en esa hora muerta se detuvo de tajo ante su petición, todos volteaban a vernos. Yo no supe qué decir. Tartamudeé. Me trabé, me puse rojo. Ella se levantó sonriente mientras mis compañeros sacudían la cabeza en señal de reprobación por mi torpeza. Con esa acción se inauguró una prolongada serie de provocaciones que yo jamás supe responder. ¿Qué podía hacer un adolescente granoso ante una burla así? ¿Cómo hacerme de un poco de dignidad y reclamar cuando acciones como la de la manzana era lo único que podía obtener de ella? Era eso o su indiferencia. Todo llegó al extremo una ocasión en que Talina me invitó al cine, sí, ella me invitó. Allá fuimos. Llevaba puesto el pantalón más untado de la historia de Levi´s. No recuerdo demasiados detalles, pero tengo claro que cuando nos sentamos y las luces se apagaron, puso la bolsa de palomitas en medio de sus muslos y me invitó a tomar un puño de ahí. Lo hice y, ay, Talina comenzó a gemir. Eso fue el colmo, dirán ustedes, pero saben qué hice, pues tartamudear y levantarme al baño para volver unos quince minutos después. Para qué mentir. Y situaciones como esa se repitieron con regular frecuencia, sin importar si había tres o quince personas alrededor. Fui el divertimento de Talina por varias semanas. Hasta que salimos de la prepa y jamás supe de ella de nuevo.

Hace unos días fui a recoger un cheque a cierta editorial. Muy cerca de ella hay un puesto de tacos muy efectivos, así que hice una parada y pedí un par. Había una tele junto a la salsa verde y podía verse a un trío de bestias cantando una canción. Reik, se llama el grupete ese. Una mujer me daba la espalda y se desgañitaba canturreando. Al comienzo me hizo gracia, pero conforme las estrofas avanzaban ella aumentaba el volumen de su voz hasta llegar al punto en que todos los que hincábamos el diente en nuestro taco estábamos más preocupados por sus afinación que por decidir si el siguiente sería de alambre o de machaca. Cuando Reik recibió los aplausos del público en el estudio de TV, la tipa abandonó su plato y pagó. Se dio media vuelta y entonces la vi de frente. Era Talina. Los supe por sus lentes y el cabello rubio, pero sobre todo por la pose, no me pregunten cuál porque no lo sé, pero la pose era la misma de aquellos días de prepa. Ella no me reconoció, claro. Recibió su cambio y se largo. Cuando descubrí quién estuvo comiendo tacos y gozando a Reik dejé de masticar para recordar de golpe todo lo que acabo de escribir. Al reaccionar, Talina ya no estaba por ahí, así que no puedo informarles qué tanto ha cambiado. Qué más puedo decirles. Vayan a esos tacos, se los recomiendo, están a la salida del metro División del Norte.

surferofiero@yahoo.com.mx

3 Comments:

Blogger Jorge Flores-Oliver, aka Blumpi said...

genial...

11:19 AM  
Blogger Mau said...

muuuuuuuuuuuy bueno.

7:48 PM  
Blogger elgüesos said...

Gracias Blumpi y Mau. Qué bueno que anden por acá.

10:33 AM  

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