Fleet Foxes
¿Alguien dijo hippies?
“Aunque entonces yo era muy pequeño, recuerdo cuando Kurt Cobain murió. Seattle ha cambiado mucho desde entonces. Solía ser un pueblo pequeño, pero luego llegó Starbucks y Microsoft. La música ha cambiado mucho también”. Así habla Robin Pecknold, alma y voz del grupo Fleet Foxes, respecto a su frío terruño al noroeste de Estados Unidos. Y no queda más que otorgarle la razón. Actualmente poco sobrevive de la era grunge y la capital del pop ha cambiado de cede al menos tres veces desde que Kurt decidió ponerse una escopeta en la boca. Sin embargo, pese a la manoseada crisis que sufre la industria discográfica, los sellos con mira lejana se aferran a vivir. Sub Pop es uno de ellos. Es su gente quien le tendió un contrato discográfico a Pecknold y sus compinches – Skye Skelset, Casey Wescott, Christian Wargo y Nick Peterson-, quienes aceptaron firmar por una razón muy simple, según Robin: “fueron las personas más agradables que conocimos y además las tenemos en la misma ciudad”.
La historia de Fleet Foxes se cuenta con pocas palabras. Sólo llevan un par de años tocando juntos, justo el tiempo que les ha tomado manufacturar las canciones que prensaron en un EP y un álbum (Sun Giant y Fleet Foxes, respectivamente). Hablando de su dieta discográfica, estos músicos comparten la colección con sus padres; se ponen chiflados escuchando a Love, Crosby Stills & Nash, The Zombies y Simon & Garfunkel. Es sencillo imaginarlos encendiendo unos cuantos inciensos mientras suben el volumen del tocadiscos y se asoman a mirar el cielo, indiferentes ante la herencia de sus paisanos Nirvana y Pearl Jam. “En nuestras composiciones hacemos énfasis en la armonía - cuenta Pecknold- y solemos hablar de nuestros amigos y familia, de la naturaleza. Echamos mano de guitarras, mandolinas y banjos para llenar los espacios melódicos y aunque nuestras canciones son sencillas, nos gusta evitar las estructuras convencionales”. Fleet Foxes sugiere echar un vistazo a las raíces y de paso a las plantas, justo lo que hace falta en un mundo dominado por tanto sonido “urbano” y luces artificiales de neón. ¿Demasiado hippie el trato? ¿Peor aún si se habla de cinco tipos que provienen de la tierra del grunge? Nada de eso, y Robin lo certifica: “no soy un hippie. Tal vez luzca como uno, pero de hecho esos hippies me causan desdén”.
Armonías bien trabajadas, bases rítmicas inquietas y tonadas del tamaño de “Quiet houses”, “Ragged wood”, “White winter hymnal” o “Blue ridge mountains”. Once canciones que recogen el perfil folk de Led Zeppelin (eso sí, haciendo a un lado el virtuosismo), pero interpretado por Neil Young con la compañía coral de los Beach Boys. Encima de ello, la reverberante producción de Phil Ek barnizando cuerdas vocales, de acero y de nylon también. Un disco para atrincherarse en una cabaña, encender la chimenea y luego escuchar canciones que celebran la salida del sol por el horizonte. Con Fleet Foxes dan ganas de ponerse campestre y silbar desenfadado mientras las barbas crecen hasta remojarse en un plato de sopa de hongos bien caliente.
Fleet Foxes. Fleet Foxes. Sub Pop, 2008.
La historia de Fleet Foxes se cuenta con pocas palabras. Sólo llevan un par de años tocando juntos, justo el tiempo que les ha tomado manufacturar las canciones que prensaron en un EP y un álbum (Sun Giant y Fleet Foxes, respectivamente). Hablando de su dieta discográfica, estos músicos comparten la colección con sus padres; se ponen chiflados escuchando a Love, Crosby Stills & Nash, The Zombies y Simon & Garfunkel. Es sencillo imaginarlos encendiendo unos cuantos inciensos mientras suben el volumen del tocadiscos y se asoman a mirar el cielo, indiferentes ante la herencia de sus paisanos Nirvana y Pearl Jam. “En nuestras composiciones hacemos énfasis en la armonía - cuenta Pecknold- y solemos hablar de nuestros amigos y familia, de la naturaleza. Echamos mano de guitarras, mandolinas y banjos para llenar los espacios melódicos y aunque nuestras canciones son sencillas, nos gusta evitar las estructuras convencionales”. Fleet Foxes sugiere echar un vistazo a las raíces y de paso a las plantas, justo lo que hace falta en un mundo dominado por tanto sonido “urbano” y luces artificiales de neón. ¿Demasiado hippie el trato? ¿Peor aún si se habla de cinco tipos que provienen de la tierra del grunge? Nada de eso, y Robin lo certifica: “no soy un hippie. Tal vez luzca como uno, pero de hecho esos hippies me causan desdén”.
Armonías bien trabajadas, bases rítmicas inquietas y tonadas del tamaño de “Quiet houses”, “Ragged wood”, “White winter hymnal” o “Blue ridge mountains”. Once canciones que recogen el perfil folk de Led Zeppelin (eso sí, haciendo a un lado el virtuosismo), pero interpretado por Neil Young con la compañía coral de los Beach Boys. Encima de ello, la reverberante producción de Phil Ek barnizando cuerdas vocales, de acero y de nylon también. Un disco para atrincherarse en una cabaña, encender la chimenea y luego escuchar canciones que celebran la salida del sol por el horizonte. Con Fleet Foxes dan ganas de ponerse campestre y silbar desenfadado mientras las barbas crecen hasta remojarse en un plato de sopa de hongos bien caliente.
Fleet Foxes. Fleet Foxes. Sub Pop, 2008.
0 Comments:
Post a Comment
<< Home