R.E.M.
Observo a Michael Stipe sacudirse sobre el escenario. A su derecha se encuentra Mike Mills sosteniendo su bajo Fender y a su izquierda Peter Buck, encima de una Rickenbaker. El trío, ayudado por un par de músicos invitados, en batería y guitarra respectivamente, suena bien de verdad. Estoy perdido entre miles de personas, sin embargo me siento dentro de un club donde no entran más de cien y que a quien tengo enfrente, sudando, es a un grupo de preparatorianos aún apestosos a la grasa del garaje donde ensayan. y es que R.E.M. es justo eso, un conjunto de garaje, aunque su cochera con el paso de los años se ha vuelto un tanto más sofisticada, aún conserva la sustancia del rock & roll, íntegra. La puedo sentir mientras los de Georgia ejecutan algunas de las canciones que integran su álbum más reciente, Accelerate, como “Man- sized wreath” o “Supernatural superserious”.
Las pantallas presumen a un Stipe viejo y arrugado. Y lucen tan bien esas grietas en su rostro. Me gusta ver cómo los grupos que me atraen envejecen, y este tipo lo está haciendo tan bien. En cambio Mike parece un bachiller, sólo le hace falta el acné. Mientras Peter, ¡oh Peter! Vaya guitarras las suyas. Escuché a algún necio por la radio deducir que Buck había contratado a un guitarrista para las giras porque prefiere “descansar” durante los directos. Pobre sujeto. Alguien debe indicarle la importancia de la guitarra rítmica, sobre todo en las composiciones de un grupo como R.E.M. Ahora, no todo está bien en el escenario; la batería no se escucha, el bajo es un fantasma a quien le urge salir a provocar sustos, pero yo creo que eso ocurre porque el trío aún espera que Bill Berry, su viejo baterista, vuelva a sentarse en el banco de los tambores. Hay confianza en que tras escuchar Accelerate tocará otra vez la puerta del cuarto de ensayo.
Celebro “Find the river” y “Drive” (del impecable Automatic for the people), una versión ajena a los voltios de “Let me in” y la aspereza de “What´s the frecuency, Kenneth?”. Al mismo tiempo, detesto que Stipe repita como una vieja coreografía sus movimientos mientras interpreta “Man on the moon” y que muestre por tres segundos una imagen de Barack Obama en la monumental pantalla que le cuida la espalda. Pero encima de todo, aplaudo cómo estos tres corredores de fondo han hecho el sprint final. Quisiera que quienes acampan a las afueras del Palacio de los Deportes con tal de hacerse de un boleto para Radiohead entrasen aquí corriendo para ocupar ese enorme hueco que hay en las butacas. Desearía que escuchasen a este trío, que lo vieran sudar con el número pegado en el pecho, listo para retomar su lugar en la pista. No hay mentiras; R.E.M. al fin ha superado la escapada de su viejo amigo Bill y así, como un perro con tres patas, ha vuelto a trotar, con la lengua de fuera, sin dejar de agitar la cola.
Las pantallas presumen a un Stipe viejo y arrugado. Y lucen tan bien esas grietas en su rostro. Me gusta ver cómo los grupos que me atraen envejecen, y este tipo lo está haciendo tan bien. En cambio Mike parece un bachiller, sólo le hace falta el acné. Mientras Peter, ¡oh Peter! Vaya guitarras las suyas. Escuché a algún necio por la radio deducir que Buck había contratado a un guitarrista para las giras porque prefiere “descansar” durante los directos. Pobre sujeto. Alguien debe indicarle la importancia de la guitarra rítmica, sobre todo en las composiciones de un grupo como R.E.M. Ahora, no todo está bien en el escenario; la batería no se escucha, el bajo es un fantasma a quien le urge salir a provocar sustos, pero yo creo que eso ocurre porque el trío aún espera que Bill Berry, su viejo baterista, vuelva a sentarse en el banco de los tambores. Hay confianza en que tras escuchar Accelerate tocará otra vez la puerta del cuarto de ensayo.
Celebro “Find the river” y “Drive” (del impecable Automatic for the people), una versión ajena a los voltios de “Let me in” y la aspereza de “What´s the frecuency, Kenneth?”. Al mismo tiempo, detesto que Stipe repita como una vieja coreografía sus movimientos mientras interpreta “Man on the moon” y que muestre por tres segundos una imagen de Barack Obama en la monumental pantalla que le cuida la espalda. Pero encima de todo, aplaudo cómo estos tres corredores de fondo han hecho el sprint final. Quisiera que quienes acampan a las afueras del Palacio de los Deportes con tal de hacerse de un boleto para Radiohead entrasen aquí corriendo para ocupar ese enorme hueco que hay en las butacas. Desearía que escuchasen a este trío, que lo vieran sudar con el número pegado en el pecho, listo para retomar su lugar en la pista. No hay mentiras; R.E.M. al fin ha superado la escapada de su viejo amigo Bill y así, como un perro con tres patas, ha vuelto a trotar, con la lengua de fuera, sin dejar de agitar la cola.
4 Comments:
yo disfruté mucho el toquín ese. REM es uno de mis grupos favoritos y no me quedó mal, incluso cuando sólo escuche una vez el nuevo disco. y si, el Stipe entre más viejo, mejor. por cierto, agradezco que mi edad me permita apreciar a este grupo ...bienvenidos los treinta...o no, que lleguen y ya, ni les doy la bienvenida ni me asusta tantito llegar, me da lo meesmo
oooohhh...que buena reseña.
me hubiera gustado haber ocupado un lugar en el palacio de los deportes.
REM es una bandota, infravalorada a mi gusto, y el ultimo álbum esta muuy chingón.
Pregunta mamona y de corazón de pollo:
¿Tocaron The one I love ?
¡Sí tocaron "The one I love"! Porque el amor no tiene edad.
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