Monday, December 11, 2006

Johnny Cash


Un pigmento para el corazón de apellido Cash
Por Alejandro González Castillo
Texto publicado en Circulo Mix Up (Noviembre, 2006)


Brutales altibajos en ventas de discos, anfetaminas, alcohol, fricciones con la ley, recitales frente a presidiarios; Johnny Cash, a pesar de haber pertenecido a la escena country, condujo su vida bajo los cánones del rock & roll e incluso se codeó con algunos miembros del gremio, como Jerry Lee Lewis, Elvis Presley y Bob Dylan, así que su catálogo siempre gozó de atención entre los escuchas de la vieja escuela. Pero fue hasta inicios de los noventa que, aliado con el afamado productor Rick Rubin, fue descubierto con entusiasmo por las nuevas generaciones, gracias a que puso en las tiendas algunos discos bajo el sello American Recordings donde claro, la mira estaba en el country, pero con descarados guiños al rock y al folk. Y fue precisamente cuando grababa el quinto capítulo de la serie que abandonó este planeta, dejando inconcluso su testamento sonoro. Afortunadamente, Rubin se encargó de completarlo.

Corría el 2003 y el “hombre de negro”- como era llamado- se esforzaba en el estudio de grabación por ponerle voz al grupo de canciones que finalmente formarían American V. Sí, se esforzaba. Hacía tiempo que sus manos convivían con un temblor implacable y que conseguir un suspiro profundo se había vuelto un anhelo inalcanzable. Por si fuera poco, desde su silla de ruedas, víctima de un cuerpo enfermo, aún tenía que soportar el dolor de la reciente muerte de su esposa, June Carter. Los últimos días en la vida del hombre nacido en Arkansas lucían plagados de espesas nubes, pero él tomaba con sabiduría el advenimiento del vendaval: “supongo que significa que me estoy haciendo viejo”. Entonces J. R. Cash contaba con 71 años de edad y, aunque tenía todo contra sí, seguía cantando, justo como cuando rondaba sus veinte y se presentó con Sam Phillips, fundador del mítico sello Sun Records, para mostrarle el sencillo con el que iniciaría una larga lista de grabaciones que lo llevarían a la cima.

Pero, ¿qué cantaba Cash mientras alegaba que el espíritu de su esposa lo rondaba, y sus bronquios le daban lata? Nada menos que lo que un hombre con las esperanzas sepultadas podría. “Help me” abre el disco donde Johnny expulsó con desgarro, literalmente, sus últimos suspiros: señor, ayúdame a sonreír, una sonrisa más, sólo una más, sabes que no puedo hacerlo por mí mismo. Una búsqueda espiritual que continúa en “God´s gonna cut you down” y “I came to believe”, a bordo del vagón de algún tren del siglo pasado. Porque eso sí, como si se tratara de una película, la imagen de esta despedida se experimenta a blanco y negro, en la estación. Así sucede en “Like the 309” (por cierto, la última que Cash compusiera) y “On the evening train”. Aunque para buscar el pañuelo en los bolsillos y decir adiós mientras ese tren arranca, no hay otra como “If you could read my mind”, que a primera instancia podría retratar un inocente desencuentro amoroso que no pasa de tres lágrimas, pero que en la entrecortada voz de Cash se transforma en el caudal de emociones que un hombre aloja cuando se sabe a la orilla del vacío. Definitivamente este Amercian V no es un disco sencillo de escuchar, y no porque posea intrincadas estructuras o barrocas instrumentaciones, no. Simplemente no cualquiera resiste las sacudidas de un corazón que se va tiñendo de negro conforme estos tracks atascados de fervor y pasión avanzan.

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