La rebelión de los latinos chévere
Por Alejandro González Castillo
Texto publicado en La Mosca, No. 111.
Texto publicado en La Mosca, No. 111.
Con más de una hora de retraso y tras soportar un sol calcinante, finalmente tuve una especie de gafete colgando de mi cuello, que me permitía tomar fotos de lo que sucedería en la “alfombra verde” que pisarían las figuras protagonistas de la velada. Jamás había presenciado algo así, pero me gustaba la idea de que se trataría de un buen desfile de carnes. Y sí, chicas deslumbrantes de prominentes caderas, en todas sus presentaciones, se contonearon sobre esa alfombra. El protocolo funcionó como una declaración de principios, porque ahí quedó claro que las caderas son el símbolo supremo de MTV. Alrededor de ellas, de su ir y venir, giraría la entrega de premios. Porque, ¿qué más, sino unas buenas nalgas, podría unir en un solo lugar a personajes tan distantes en apariencia? Ahí estaban todos, esperando el flash; Molotov, QBO, Maná, Austin TV… Desde los favoritos del canal de las estrellas hasta los indies que detestan que la imagen importe más que su música. Después de tomarse la foto, los esperaría un número considerable de adolescentes- y otros no tanto- de apariencia cool, a quienes se uniformó y colocó en un graderío. Ignoro si se les pagó, cómo fueron elegidos, pero su trabajo esa noche era muy simple: gritar. No importaba si quien pasaba frente a ellos era el actor de la telenovela en turno o Zoé; tenían que gritar y fingir ser fans mientras los de la alfombra se hacían pasar por artistas. Y todos cumplieron excelente.
Una vez declarados los principios, comenzó la entrega de premios. Nada fuera de lo común tomando en cuenta que en MTV no existe la censura y sus televidentes latinos pueden levantar la voz cuando se les antoje. Los conductores se comportaron políticamente correctos haciendo “sarcásticas” alusiones a la violación de los derechos humanos en México, al tambaleo de la instituciones, al muro de la vergüenza y claro, a las mexicanas bigotonas. Se aceptó que quizá México sea Sudamérica, pero se dejó claro que Miami jamás será Latinoamérica. Digamos que los conductores aleccionaron a Estados Unidos, como cuando Blue Demon Jr. puso en su lugar a los de Jack Ass a palazos. El mensaje fue: los mexicanos podremos estar pendientes de su canal de televisión, pero estamos lejos de ser unos tontos. Sí, el ánimo se puso picante, con sabor latino, por eso Kinky, Julieta Venegas y Daddy Yankee (¿qué tal ese nombrecito eh, muy latino?) tomaron el escenario juntos. Y que nadie se espante con esa mezcla que a primera impresión podría parecer ruda; ya saben que MTV apuesta por la unión de géneros. Por eso Molotov compartió micrófono con Belinda y Maná hizo lo propio con Evanescence. No se trata de incongruencia. MTV nos quiere unidos, de la mano; basta de celebrar las diferencias. Todos somos iguales y cabemos en ese canal donde es obligatorio pasarlo chévere con frases como: “No hablo muy bien español, pero ¡viva México!”. En el paraíso MTV, Kurt Cobain y Chayanne son lo mismo, Cerati y Tiziano Ferro también, así que en la entrega de premios no cupo hacerse el serio, había que sacudir las nalgas. Y nadie se quedó sentao chico, había razones (¿?) para celebrar contoneándose: el Mejor Artista Rock fue Maná, la Canción del Año perteneció a Shakira, el Mejor Artista Alternativo fue Panda y el Artista del Año se llamó Daddy Yankee.
Una gran fiesta, cómo no. Yo me disponía a levantarme de mi asiento tras saber que los artistas de Latinoamérica pueden dormir tranquilos con un premio MTV adornando su chimenea, pero cuando parecía que nada podría sorprenderme, Belinda y la nueva promesa del punk en México, Allison, tomaron el escenario para interpretar un clasicazo de Shakira que lleva por título, por supuesto, “Hips don´t lie”. Y todos los espectadores, con su puño arriba, bien aguerridos, acompañaron esa canción punketota y loca. Había tanta energía entonces, que Belinda perdió el control de sí misma y estrelló una guitarra contra el suelo bajo una lluvia de confeti. Entonces sí, me quedé mudo. Ni el desfile de carnes me sorprendió tanto. Todo en orden para MTV y su audiencia latina, pero ya va siendo hora de que el premio deje de ser una lengua y se convierta en lo que el público clama desde hace tiempo: unas carnosas y firmes nalgas.
Una vez declarados los principios, comenzó la entrega de premios. Nada fuera de lo común tomando en cuenta que en MTV no existe la censura y sus televidentes latinos pueden levantar la voz cuando se les antoje. Los conductores se comportaron políticamente correctos haciendo “sarcásticas” alusiones a la violación de los derechos humanos en México, al tambaleo de la instituciones, al muro de la vergüenza y claro, a las mexicanas bigotonas. Se aceptó que quizá México sea Sudamérica, pero se dejó claro que Miami jamás será Latinoamérica. Digamos que los conductores aleccionaron a Estados Unidos, como cuando Blue Demon Jr. puso en su lugar a los de Jack Ass a palazos. El mensaje fue: los mexicanos podremos estar pendientes de su canal de televisión, pero estamos lejos de ser unos tontos. Sí, el ánimo se puso picante, con sabor latino, por eso Kinky, Julieta Venegas y Daddy Yankee (¿qué tal ese nombrecito eh, muy latino?) tomaron el escenario juntos. Y que nadie se espante con esa mezcla que a primera impresión podría parecer ruda; ya saben que MTV apuesta por la unión de géneros. Por eso Molotov compartió micrófono con Belinda y Maná hizo lo propio con Evanescence. No se trata de incongruencia. MTV nos quiere unidos, de la mano; basta de celebrar las diferencias. Todos somos iguales y cabemos en ese canal donde es obligatorio pasarlo chévere con frases como: “No hablo muy bien español, pero ¡viva México!”. En el paraíso MTV, Kurt Cobain y Chayanne son lo mismo, Cerati y Tiziano Ferro también, así que en la entrega de premios no cupo hacerse el serio, había que sacudir las nalgas. Y nadie se quedó sentao chico, había razones (¿?) para celebrar contoneándose: el Mejor Artista Rock fue Maná, la Canción del Año perteneció a Shakira, el Mejor Artista Alternativo fue Panda y el Artista del Año se llamó Daddy Yankee.
Una gran fiesta, cómo no. Yo me disponía a levantarme de mi asiento tras saber que los artistas de Latinoamérica pueden dormir tranquilos con un premio MTV adornando su chimenea, pero cuando parecía que nada podría sorprenderme, Belinda y la nueva promesa del punk en México, Allison, tomaron el escenario para interpretar un clasicazo de Shakira que lleva por título, por supuesto, “Hips don´t lie”. Y todos los espectadores, con su puño arriba, bien aguerridos, acompañaron esa canción punketota y loca. Había tanta energía entonces, que Belinda perdió el control de sí misma y estrelló una guitarra contra el suelo bajo una lluvia de confeti. Entonces sí, me quedé mudo. Ni el desfile de carnes me sorprendió tanto. Todo en orden para MTV y su audiencia latina, pero ya va siendo hora de que el premio deje de ser una lengua y se convierta en lo que el público clama desde hace tiempo: unas carnosas y firmes nalgas.
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