Friday, May 26, 2006

Entrevista a un okupa


El desafío ante el poder
Por Alejandro González Castillo

Muy cerca de mi casa existe un par de cines abandonados. Regularmente paso frente a ellos, y cuando los veo adornados de basura y escombro pienso en que en sus salas podrían hacerse algunos conciertos, o proyectar buenas películas y obras de teatro, o quizá algo de danza. Pero en lugar de eso hay cascajo y polvo. ¿Qué se necesita para darle uso a esos espacios? ¿Qué día y a qué hora será bueno comenzar a ocuparlos? ¿Cuándo expulsar a las ratas y cucarachas que ahí se calientan, sacar todo ese cascajo y echar a andar ese lugar? No se trata de vandalismo, se trata de una okupación; echar a esa fauna nociva y meter ideas y propuestas en su lugar. Acá en México no sucede, pero en España hace un rato que existen sujetos con una idea muy clara alojada en la cabeza: si los espacios no se abren hay que hacerlo bajo otras reglas, bajo las propias. En la comunidad de L´Hospitalet, en Barcelona, existió durante algunos años un teatro abandonado: La Opera. Actualmente ese espacio se encuentra okupado, y en lugar de ser un nido de ratas ahí habita una jugosa lista de proyectos sociales que benefician a todo el barrio. La siguiente es una charla con uno de los que un buen día decidieron que ese teatro abandonado podía ser más que eso para rotar ahí conciertos, talleres y otras actividades, aunque la “autoridad” estuviera en desacuerdo. Es una noche fría en Barcelona y yo estoy junto a ese okupa, dentro de La Opera, ambos estamos temblando de frío, pero apenas ese sujeto comienza a hablar, un aire tibio pasa por debajo de las puertas de ese teatro okupado: el de la inconformidad y la desobediencia.
¿Cuál es tu nombre?
Bueno, para evitar problemas te diré otro: “Andrés Hernández”.
Para comenzar dime ¿qué es una okupación y un okupa?
Una okupación simplemente define una acción, y un okupa es una persona que trabaja o vive en un lugar okupado. Son etiquetas, pero básicamente esos términos no los utilizamos mucho porque no consideramos que, hablando de lo que hacemos, el término “okupar” nos defina, porque lo que nosotros tenemos es un proyecto social de intervención en la realidad, la del barrio. Estamos interesados en confrontar a la precariedad laboral, a la especulación inmobiliaria y a la cultura elitista. Eso quizá sí nos defina.
¿Cuántos tipos de okupación existen?
Hay dos tipos de okupaciones. Existen las de viviendas; estas vienen a cubrir una necesidad básica: la de vivienda, y a la vez son una denuncia y un desafío al poder, porque el alquiler de vivienda es un mecanismo que el poder posee para mantener a la gente atrapada, pagando precios carísimos por su casas. Esos okupas rompen esa imposición, la desafían, la denuncian. Vamos, hay formas de solucionar un problema sin la necesidad de entrar al juego impuesto por el poder. Luego están las okupaciones del tipo de centros sociales; un proyecto colectivo de intervención que consiste en generar prácticas de autogestión, difusión, organización y construcción de la realidad que nos envuelve. Ese es el caso de La Opera, donde estamos ahora. Pretendemos generar una cultura, una forma distinta de hacer las cosas, desafiando al poder; con arte y consciencia proveniente de otros recursos. Se trata de crear una capacidad crítica frente al sistema; desobediente. La intención es que el sistema no nos pueda asimilar. Que finalmente su única opción sea reprimir, desalojarnos.
¿Qué se requiere para hacer una okupación?
Lo principal son ganas, que se tengan ganas de levantar un proyecto social, de sentarse a hablar y pensar cómo crear espacios para desarrollarse como personas, tanto individual como colectivamente. Lo segundo es localizar el lugar más adecuado para llevar a cabo la okupación, en función de varios aspectos, porque depende qué se tenga pensado hacer con el lugar; un espacio para la escultura, la pintura o un punto de encuentro para el barrio. Por otro lado también hay que mirar la situación legal de las casas; cuánto tiempo llevan abandonadas, qué movimientos ha habido a su alrededor, si fueron compradas ya etc., cosas que te garanticen que el proyecto pueda durar el mayor tiempo posible. En España, las leyes que castigan a una okupación cada vez actúan más rápido, se han endurecido las penas y agilizando los desalojos. Antes eran mucho más largos, pero ahora los Centros Sociales tienen una vida de más o menos uno o dos años, muy poco tiempo para generar ideas. Así que se necesitan ganas para aguantar ese par de años combatiendo, creando, y después continuar el proyecto independientemente del lugar que lo aloje para crear un referente en el barrio de que existen otras formas de hacer las cosas.
¿Desde hace cuánto se organizan okupaciones en España?
Las okupaciones han generado un tejido político muy importante; otorgan ejemplos muy claros de capacidad de determinación, haciendo teatro, circo, música, cerámica, actividades por donde pasa un montón de gente del barrio. Aquí en Barcelona, las primeras okupaciones ocurrieron a principios de los ochentas. Los inmuebles que se okupaban entonces eran como ahora, muy viejos, dejados, listos para ser derrumbados y construir entonces más viviendas, o un centro comercial. Hubo una okupación que duro 17 años. La ley antes era muy lenta, consideraba algo muy grave dejar a alguien sin casa, por eso se le daba tiempo.
¿Los okupas poseen una ideología específica, una postura política definida?
Sí existe una ideología, centrada en crear respeto y autogestión, temas que no son propiedad de una ideología en concreto. Entonces no hay adscripción política, pero hacemos crítica a los modelos de producción capitalista, a la explotación. Hay un abanico muy amplio, pero la base es que hacemos un trabajo popular, para el barrio.
¿No hay relación entonces con algún partido político de izquierda o algo similar?
No queremos apoyo de partidos políticos porque lo que ellos hacen es reproducir el sistema. No queremos ese apoyo, ellos son muy libres de manifestar su opinión, pero nosotros no les vamos a pedir que nos apoyen o defiendan. Los partidos oficiales no buscan transformar al sistema, sino perpetuarlo, y nosotros pretendemos generar un sistema alternativo. Un mundo distinto es posible, pero hay que trabajar. El sistema que nos rige está basado en la injusticia, en la propiedad y la esclavitud, y eso no se puede reformar, hay que cambiarlo.
¿Desde cuándo funciona La Opera?
La Opera se okupó en mayo del 2002. Este espacio es muy grande, hay talleres de serigrafía, pintura, de reparación de bicicletas, intercambio de inglés y catalán, una biblioteca y una kafeta que se abre los viernes a diferentes colectivos. Alguna vez hubo un taller de computadoras y una tienda de intercambio. Aquí ha habido encuentros de educación libre y de publicaciones autogestivas, y también se han llevado a cabo conciertos, obras de teatro, proyección de películas…
La radio, la TV y la prensa no están del todo contentas con los okupas.
Hay campañas de desvirtuación a la okupación. Los medios le han pegado una etiqueta donde le término resulta peyorativo. Los periódicos escriben: “los okupas tiene tomada una casa”. Desde la expresión de “tener tomada”, eso es algo militar, como una invasión. Hay una tendencia a ese discurso. A los vecinos les puede importar muy poco lo que hacemos aquí, ellos están ocupados en pagar su hipoteca, su coche, su canal satelital; en imbuirse en el sistema de consumo, pero vives al lado de ellos. El tema es mantener el respeto, que noten que estás construyendo algo y que no se trata de un club privado, que sepan que somos gente razonable con la que se puede hablar. Somos unos vecinos peculiares, pero sólo unos más. Hay que tener en cuenta que no estás tú sólo, no hay que fastidiar, sino respetar al resto. No se trata de ganar apoyo, sino de hacerles saber que toda la mierda que los medios de comunicación dicen sobre nosotros es falsa.
En ese sentido, si alguien te detiene en la calle y te pregunta si eres un okupa ¿qué le contestas?
Que no. Que soy “Andrés”. Al final, para entendernos, le digo que sí lo soy, pero también intento un poco sacarle esa etiqueta sabes, de okupa. Lo que estamos construyendo es una historia de personas y definirnos solamente porque estamos en un espacio okupado es muy limitante. Si así nos clasificamos pues bueno, entonces nosotros somos los okupas.

Entrevista publicada en Gorila, No. 51.

Tuesday, May 16, 2006

Los Tres, Rubén y mi chis



El viernes me presenté en las oficinas de EMI en México, para platicar con Los Tres, uno de mis grupos favoritos. Estuve muy nervioso durante la espera- que se prolongó por horas- porque desde hace años ansiaba platicar con ellos. Ya lo había hecho con Álvaro Henríquez, el vocalista y guitarrista, pero esta vez estarían presentes Ángel Parra y Roberto Lindl, y eso elevó mi ansiedad desde que me enteré que los tendría enfrente*. Los Tres son una maravilla, cómo no, pero no abundaré sobre eso aquí, lo único que haré es comentar un hecho bastante lamentable que ocurrió un par de días después. El conjunto chileno se presentó el domingo por primera vez ante el público después de su disolución, hace seis años. Desgraciadamente Rubén Albarrán (vocalista de Café Tacvba) se encargó de arruinar, hasta donde le fue posible, el esperado concierto de regreso. Muy vergonzoso. Comprendo a Los Tres, el tipo es su amigo y a veces es difícil decirle a tus amigos que están haciendo el ridículo, que están estropeando la fiesta, pero lo de Rubén fue demasiado. Me han dicho que soy exagerado, pero ¿estuvieron ahí, lo presenciaron? Yo estaba atorado en medio de la multitud después de más de una hora de espera y lo resentí mucho. Ya me había tomado unas cervezas – por las que por cierto pagué como si fueran Guiness de barril- y no podía escapar al baño porque si lo hacía perdería mi lugar frente al escenario, así que mi espera fue dolorosa y al final no me sentí del todo recompensado. Es que Los Tres lo hicieron bien, pero ese Rubén… Quiero contarles lo que sufrí en la espera, así, atorado en la masa y con la vejiga hinchada.

Yo confiaba en que soportaría la friega y que mis ganas de orinar no serían más poderosas que mis deseos de ver a los sureños de nuevo, pero una alteración en el horario del concierto masivo provocó que mi suplicio se prolongara. Cuando en las pantallas de lugar se anunció el cambio de horario y que Los Tres tocarían una hora más tarde, supe que estaba perdido. He escuchado historias de gente que “se hace”, así nomás, en medio de la gente, porque no se aguanta las ganas, y yo empecé a sentir que eso podría sucederme. Por eso me envalentoné -en parte gracias a la cervezas que ya me había echado- y aproveché el tumulto para tomar uno de los vasos que había vaciado y ahí me hice, sí. Yo volteaba a discreción mientras orinaba en el vaso, pero ¡nadie me pelaba! Es sorprendente lo fácil que fue. Afortunadamente estaba parado justo sobre una coladera y ahí dejé caer el vaso una vez que terminé. Me sentía bien entonces, listo para disfrutar la tocada y después vino lo del Rubén. No puedo entender que haya arruinado la presentación de Los Tres de esa manera y que se bajara del escenario tan campante.

Es bien sabido cómo se las gasta el público mexicano cuando algo le disgusta. Sin embargo esta vez la masa no cumplió con las expectativas del momento porque incluso aplaudieron el pésimo desempeño del diminuto cantante al lado de los chilenos. Café Tacvba es un grupo harto sobrevalorado, en toda América. La radio y demás alcahuetes se han encargado de sobredimensionar su obra sonora hasta niveles ridículos, ¿ejemplos? Los de Satélite (un lugar común que me tiene hasta la madre) han grabado ya el “álbum blanco mexicano” y el “Kid A en español”. Calificativos así de torpes han conseguido que “la banda” no le pueda poner un dedo encima al conjunto y quizá por eso el público se quedó así, aplaudiéndole a Rubén sus garrafales errores sobre el escenario. Porque todos los notaron, fueron muy evidentes y hasta Los Tres se reían entre ellos, como diciendo: chin, ya la cagó otra vez este buey. El público, por su parte, no se las gastó como suele ante tantos errores. ¿Respetuosos y tolerantes? No lo sé, lo cierto es que no le arrojaron objetos para que se largara de ahí ni le mentaron la madre. Antes, por la tarde, había tocado Amaral (un dúo de pop español) y no le permitieron que terminaran su set; obligaron al par de músicos a bajarse con los groseros modos que omitieron para Rubén. Así que ¿respetuosos y tolerantes?

Yo me quedé ahí parado, impotente y desarmado; irrespetuoso e intolerante. Observando cómo el líquido espumoso de mi vaso desaparecía por el desagüe; escuchando cómo Ruben se saltaba estrofas o de plano se adelantaba en una y otra canción. Pensando que cuando Los Tres regresen a México lo mejor será colocar a un policía cerca de la tarima, para que se encargue de negarle el acceso al señor Albarrán al escenario. Que el muchacho se embrutezca con lo que guste, hasta el amanecer. Que siga haciendo con su grupo “los discos más chingones del rock en español”, pero que no cante ni una con Los Tres nunca más. Por favor.

*Muy pronto publicaré la entrevista que sostuve con el ahora trío chileno.