Monday, October 23, 2006

Somos tontos, no pesados…

¿Comprar revistas especializadas en música? ¿De las que hacen mexicanos y donde escriben mexicanos? ¿Identificarse con los blogs? Debo decir que lo de leer a cronistas musicales en los blogs suena bien, pero sólo eso, porque en la práctica no es lo gratificante que se pudiera creer, al menos para mí. Es decir, hay tantos blogs y tan malos casi todos. Se supone que quienes se toman la molestia de escribir en la red son personas desinteresadas ¿no? Su única intención es proyectar sus gustos, su opinión; eso se supone. En cambio quienes hacen lo propio en revistas son como rockstars, se comportan como tales y hasta les pagan por eso. Es cierto que en el mundillo de la crónica musical hay mucha arrogancia y pose gratuita, pero en la llamada “blogosfera” también, y en ese nivel “virtual” también hay quienes cobran, y seguramente muy bien. Considero que no hay demasiadas diferencias entre ambos mundos: los dos están plagados de rockstars. Y no hablo de los músicos, sino de los cronistas musicales. Es ridículo, pero cierto.

He estado cerca de personas que se creen en serio eso de que son otro pedo sólo porque su nombre aparece al final de una página. Hace unos días tuve la suerte de platicar con The Dandy Warhols, y en la obligada antesala de espera, a mi lado había un tipo que también se entrevistaría con ellos y que claramente te dejaba dicho con la mirada que no te atrevieras a mirarlo siquiera, porque sí; él era un rockstar. Yo intuí que era mamón con sólo verlo, pero cuando el grupo llegó, certifiqué lo que entreveía. Con ellos a nuestro lado, el sujeto cambió de actitud radicalmente, quitó la mueca de “aquí huele a caca” que portaba y, con una sonrisa que no le cabía en la cara, saludó a los músicos como si los conociera de toda la vida. Ellos reaccionaron sorprendidos, como preguntándose en silencio ¿este cabrón quién chingados es, uno de la disquera? Pero él seguía en lo suyo, repartiendo abrazos y camaradería. No se comportaba como un fan emocionado ni mucho menos, sino como su mero carnaval, como un amigazo de toda la vida. Juro que los recibió en la onda de “qué chido verlos otra vez, tanto tiempo ca…”. Y ellos con cara de chale. En medio de su derroche de buena onda hacia ellos, dedicó un segundo para voltear hacia el resto de los mortales (en este caso, yo, solo yo) y dedicar una mueca de “¿qué pendejo? ¿Tú qué me ves, qué haces aquí, que no ves que estoy saludando a los Dandy Warhols, mis compas? Ya vete wey, pinche naco, quién te dejó pasar”. Un pensamiento largo, tan prolongado como su mala onda, pero todo lo leí en sus ojos mientras duró esa mirada de apenas un segundo. Él era, sin más, un rockstar del periodismo musical -arrogante pero freak, inteligente pero cool- . Y habrá quien piense que eso no es importante, que lo que pasa es que a mí me cayó mal ese cabrón y que por eso hablo así, aunque lo que yo creo es que quien le cayó bastante mal fui yo a él. Así que olvidemos la actitud en “sociedad” – con los pendejetes nacos como yo- de ese rockstar del teclado, esa forma de obrar siempre tan buena ondita con los que visten cool y tienen las nalguitas paradas, y vayamos a su forma de trabajo. Hablemos de esas revistas que van a la "vanguardia", donde sus colaboradores son súper buen rollo wey, esas revistas que utilizan parámetros para “calificar” el arte profundamente pendejos. Bajo mi perspectiva, ese rockstar que les cuento y sus compinches -con quienes se encontró más tarde y estuvo carcajeándose a todo volumen, valiéndole madre que en el cuarto contiguo estuviéramos otros trabajando- no respetan al creador. Y no se trata de que el artista sea intocable, pero sí me parece importante marcar que existen diferencias entre el que analiza y el que crea la obra. Procurar juntarlos sería una necedad. ¿Por qué creerán esos tipos ultra cool que Doves, por poner un ejemplo, es un proyecto de “segunda” comparado con Coldplay? Háganme el favor. ¿Es tan difícil hurgar un poco más allá para darse cuenta quién es quién? ¿Y por qué luego, cuando pitorrearse es lo indicado, con discos apestosos, se quedan callados o, en un acto de verdadera cobardía, se autocensuran?

Mientras observaba a ese muchachón intentar hacerse el amigazo de los Warhols, me sentí un poco mal. Porque él y su diminuta visión del arte van a ser los protagonistas de la visita del grupo a México, incluso encima de la música. Sujetos como él, con sus manidas expresiones, su pretendida sapiencia y vulgar estilo, serán quienes esculpan la historia que será contada “oficialmente”, porque claro, donde esos melómanos insaciables, que saben mucho y casi todo les huele a caquita, trabajan, sí hay billete, y una gran distribución y mucha publicidad, apoyo en la radio, la red y donde se les ocurra. Claro, venden muchas copias de su revista, mes a mes, quincena a quincena. Sobra quien los adore, al fin rockstars. Qué pena. No culpo a quienes prefieren apagar su sintonizador radial y no comprar revistas. A los que se asoman a su monitor con desconfianza porque la información que ahí rola es de quinta y los que se atreven a poner sus dedos en las teclas para organizar su blog de música ni siquiera saber poner acentos (como aquí sucede). Y no estoy tomando la pose del desprotegido miserable que no tiene para comer y sí mucha envidia, no. También hay muchos que escriben sobre música que rebasan al lugar común y procuran darle la vuelta a la tuerca en sus textos, y escriben en revistas donde hay mucho billete o en blogs que nadie vista jamás, o en periódicos de circulación nacional; yo sólo hablo de los imbéciles que no encuentran diferencias entre My Chemical Romance y Jimi Hendrix – y no exagero, de verdad no las encuentran- y ya se sienten los que van “a la vanguardia de la música en México wey, o sea, ¿ves wey? ¡weeeeeeey!”

En medio de este clima de absoluta desconfianza, hay algo que me reconforta: ahora, lo único que resta, a pesar de que la información se desparrama en todas las esquinas, es hacer girar los discos. En su movimiento están todas las respuestas. Que los rockstars, en todas sus presentaciones, se queden en el bar de moda jugándole al jet set, con su bebida bien arriba y sus carcajadas más sonadas que el volumen de los amplis del grupo que toque esa noche. Y que los que escuchan se queden en silencio, mirando hacia dentro, embelezados al notar cómo las estrellas en sus cabezas intermiten luz, como si el cielo interno fuera un gran ecualizador gráfico de miles de millones de bandas.

Este texto está dedicado a Adicta, una revista especializada en música que ha dejado de existir por un tiempo indefinido, donde no había rockstars del teclado y sí gente con ganas de escribir sobre lo que los excitaba. Es por ella, por esa Adicta, que pido un prolongado trago a modo de brindis, con buen rock & roll de fondo. Salud.

Friday, October 13, 2006

Pet Sounds



Llegué a Pet Sounds gracias a The Beatles conociendo lo suficiente acerca de él: ese disco había sido fundamental para la creación del mítico Sgt. Pepper´s Lonely Hearts Club Band. Aunque había otro detalle que me interesaba- que al terminarlo, Brian Wilson había extraviado el manual de su cerebro- lo que me atraía más era que recibiera tanto halagos, como los del propio Paul McCartney, quien ha dicho que una de las canciones más hermosas que jamás ha escuchado, “God only knows”, esta ahí, y ante lo magnificente de la obra en su totalidad le ha regalado una copia del plato a todos sus seres queridos. Así que yo no tuve de otra y me hice de una, digamos que me la regale yo mismo. He de decir que jamás había escuchado ni una sola canción de las ahí contenidas, y cuando rompí el celofán y puse el disco a buen volumenquedé… francamente decepcionado. El comienzo me pareció bueno a medias, pero el resto del álbum lo encontré en extremo cursi. Ni siquiera la famosa “God only knows” se salvaba. ¿Tomada de pelo? ¿Ese era el antecedente de esa joya llamada SMiLE? ¿Esa era la respuesta a Rubber Soul?

Fue hasta que me encontré con un video donde Brian sale tocando el piano, interpretando “Surf´s up”, que decidí volver a escuchar con atención Pet Sounds. En esa interpretación apasionada, donde los ojos del entonces joven autor se entrecierran al tiempo de “I heard the word. Wondeful thing! A children´s song…”, en una postal a blanco y negro, me topé de frente con el ansia de saber que ahí existía una belleza que no era capaz de entrever de momento. Había una luz misteriosa en esa canción y me dediqué a buscarla hasta que conseguí bañarme bajo ella, algún tiempo después. Claro que “Surf´s up” no viene en Pet Sounds, sino en SMiLE, pero encontrar esa pieza así, limpia de la cantidad de arreglos y coros que la envuelven en la versión definitiva, me hizo volver al disco verde para buscar exactamente eso; la médula del sentimiento que lo hace latir. Y ahí, detrás de esa confección sonora plagada de ruidillos extraños y celestiales armonías vocales, estaba lo que buscaba. Un día cambié radicalmente de parecer, y ahora siento que Pet Sounds es una maravilla.

Así que cuando supe que salía a la venta una edición especial que conmemora 40 años del lanzamiento del plato, no pude evitar comprarme una copia. Y me la he pasado muy feliz estos días, escuchando a The Beach Boys en plena forma y disfrutando los extras que la edición contiene, y me refiero al DVD que le anexaron y carece de desperdicio; como el momento en que George Martin toca la puerta de la casa de Wilson y se sientan juntos al piano, para de ahí pasarse a la consola a desmenuzar tracks, directo de la cinta master. Y qué decir de los “promotional films” de “Good vibrations” y “Sloop John B”. Además, el álbum entero puede ser escuchado con la mejor calidad posible. Jamás me he acercado a un disco dotado con sonido Dolby Digital 5.1 Surround Sound, y me da gusto saber que con este será la primera vez (sólo me hace falta conseguir un reproductor, pequeñísimo detalle). Como dije, llegué a Pet Sounds gracias a The Beatles, y ahora canciones como “Wouldn´t it be nice”, “You still beleve in me” o “God only knows” son entrañables para mí, las siento mías, como las de esos beatles. Pero, si tuviera que regalarle a alguien esa colección de canciones, ¿a quién sería? Pues verán, mi “vieja” copia de Pet Sounds se la regalé a Diana, sentí que era mi deber hacerlo. Y dudo mucho que le regale otra copia a alguien más. Por mí, que de ahora en adelante cada quien se compre la suya.

P.D. Pero si alguno de ustedes tiene la ocurrencia de regalarme una copia de Pet Sounds, les acepto con mucho gusto la edición en vinilo, muy bonita, con el plástico de color verde.

Monday, October 09, 2006

Dirty Pretty Things



¿Vas a invitarles un trago?
Por Alejandro Gonzalez Castillo
Publicado en Adicta No. 4, 2006.

Carl Barat estaba a unos cuantos pasos de mí, sólo nos separaba un muro de vidrio. Él estaba junto a Anthony Rossomando y yo lo observaba repasar con una cuchara las paredes de su taza con café. Mientras, el tipo inspeccionaba indiscretamente con la mirada el trasero de una rubia que se paseaba por el pasillo. Había un par de cubículos de vidrio en el hotel donde nos encontrábamos; uno contenía a Carl y a Anthony, en el otro se encontraba Gary Powell y Didz Hammond; los cuatro tipos que forman a Dirty Pretty Things y ahora mismo tienen un plato debut en las tiendas: Waterloo to Anywhere. Gary y Carl experimentaron en carne propia lo que es convivir con un sujeto del calibre de Pete Doherty. De robos, arrestos y adicciones, ellos conocen múltiples detalles, cortesía del buen Pete. Digamos que saben a qué apesta el rock & roll; formaron parte de The Libertines. Rossomando y Hammond ya han tenido escarceos con el ruido, cómo no; han participado en proyectos previos como The Damn Personals y Cooper Temple Clause. A Carl y a mí nos separaba un muro de vidrio, sin embargo Powell y Hammond, un par de sujetos de facha gamberra y pose arrogante, tomaron asiento frente a mí y soltaron para ustedes, lectores de Adicta, unas cuantas impresiones.
Cuando aún el mal aliento de The Libertines flota en el ambiente de la fiesta, ya hay nuevos invitados haciendo ruido, ¿cómo está siendo recibido Dirty Pretty Things sobre el escenario?
Didz Hammond (DH). Chingón. Para nosotros todo ha sucedido demasiado rápido. Es como si cada uno de nosotros cuatro estuviera volando en direcciones distintas y finalmente aterrizáramos en el escenario, ahí es donde tiene lugar el holocausto.
Gary Powell (GP). Ha sido grandioso encontrarnos con la recepción de la gente en los shows. Puedo hablar sobre mí, y lo que he visto en los conciertos ha sido sorprendente. Tocar acá, en México, viniendo desde tan lejos, y ser recibidos de la manera en que el público lo ha hecho es en verdad sorprendente.
DH. Sí, muchas gracias a la gente de México, nos la hemos pasado cabrón.
Llegan con su álbum debut en las maletas, Waterloo to Anywhere, respecto a él ¿por qué decidieron trabajar con Dave Sardy (The Rolling Stones, Supergrass, Oasis) en la producción?
GP. En gran medida porque queremos respetar ese sonido del cual provenimos, es decir, somos un conjunto británico, pero nos interesa que nuestra música pueda ser escuchada por el mayor número de personas posible sin que con ello penetremos en un “mercado” equivocado. La mejor forma de conseguir eso es trabajando con un productor de renombre internacional como él, por eso lo llamamos, porque él podía conseguir todo eso. Definitivamente no queríamos sonar como 311 o Blink 182; Dave no tiene ni idea de quién es 311, y eso nosotros lo encontramos muy bien.
Carl Barat ha llegado a decir que Dirty Pretty Things son “cuatro sujetos contra el mundo”, ¿a qué creen que se refiera con eso?
DH. Todos se han enfrentado contra el mundo alguna vez, nosotros lo hacemos con canciones. Creo que eso es lo que Carl intenta decir, que estamos juntos en el mismo equipo o pandilla.
GP. Nosotros no hacemos música para decir que somos mejores o peores que otras bandas, sólo somos distintos, especialmente del resto de la escena indie inglesa. No somos un grupo manipulado, estamos intentando pasar a otro nivel y la mejor forma de conseguirlo es manteniéndonos juntos, como las pandillas del barrio. Tiene sentido ¿no? Para formar una banda de rock & roll necesitas hacerlo con amigos, porque se requiere trabajar en conjunto; caminar en la misma dirección. Por eso los de U2 han durado todos estos años juntos… pero bueno, estoy dando un mal ejemplo, en realidad no quise decir U2.
Gary, a estas alturas ¿qué puedes decirme de The Libertines?
GP. Todos somos libertines, cualquiera es un libertine. El grupo nunca se trató de cuatro tipos en una banda, se trataba de integrarse a nosotros, a la música que hacíamos en ese momento del tiempo. Muchas veces me ocurrió que la gente se me acercaba después de un buen show para decirme que se la habían pasado muy bien. Era gente que ni siquiera había escuchado nuestros discos, pero a mí no me importaba eso, si les habían gustado los álbumes o si ni siquiera tenían uno; se trataba de conectarse en ese estado mental.
¿Qué hay de ti Didz, te gustan The Libertines?
DH. The Libertines es una de mis bandas favoritas.
¿Y si les digo The Strokes?
DH. Están bien, pero no son tan buenos como The Libertines.
GP. A mí me gustan. Escuché el nuevo álbum y me gustó el hecho de que estén tratando de encontrar nuevos caminos en la música, cuando lo más sencillo sería mantenerse repitiendo la misma fórmula de “Last Nite”.
Díganme tres cosas que hayan aprendido del negocio de la música.
GP. Que estás rodeado de gente que no tiene ni idea de lo qué se trata.
DH. Que debes ser fiel a ti mismo y nunca olvidar de dónde provienes.
Por último ¿podrían decirme cuál es su bebida favorita?
GP. Para mí, el whiskey, soy un whiskey- man.
DH. ¿Por qué? ¿Vas a invitar un trago? Nos preguntas sobre nuestra bebida favorita, se te contesta y dices “ah, está bien, ya me voy; si esa es su bebida favorita tendrán que comprársela ustedes mismos…”

¿Yo invitarle un trago a Didz Hammond? Antes de salir del hotel noté que la chica que Barat observaba con detenimiento ya no estaba por ahí. Intuí que Carl ya se había encargado de mantenerla entretenida en algún lugar menos iluminado, sin embargo el guitarrista seguía sentado junto a Anthony; charlando con algún periodista y bebiendo café, con la mirada ocupada en algo mucho menos excitante que la silueta de aquella chica. En el cubículo que abandoné, Hammond y Powell recibirían más preguntas por un rato, seguramente las responderían imaginando que en lugar de cafeína, su garganta se raspaba con un buen whiskey. Supongo que para el cuarteto esa fue una tarde aburrida y predecible, nada excitante para unos gamberros de marca inglesa que saben cómo apesta el rock & roll.

surferofiero@yahoo.com.mx

Monday, October 02, 2006

Goldfrapp



Beats campestres para la pista de baile
Por Alejandro González Castillo
Publicado en Círculo Mix Up No. 158, mayo 2006.

Podías mirarla andar por los pasillos, Allison Goldfrapp, una chica inglesa que estudiaba arte en la universidad. Lucía encantadora, cómo no admirarla al caminar, pero detrás de esa pálida piel se alojaba un atractivo que sólo los enterados podían apreciar, y no tenía demasiado qué ver con libros o con el brillo de sus ojos: Alison se encerraba en estudios de grabación al lado de Orbital, Tricky o Add N To X después de clases. Esa universitaria ya tenía algún demo por ahí, con sus composiciones, cuando ese sonido llegó a los oídos de un tal Will Gregory sólo hubo que intercambiar algunos detalles entre ambos y ya; decidieron levantar un proyecto sónico y bautizarlo con el apellido de ella. En las tiendas pueden localizarse tres discos de Goldfrapp: Felt Mountain (2000), Black Cherry (2003) y Supernature (2005), y en la revista que estás leyendo puedes encontrar detalles del último, directamente de la voz de Will, quien toma el teléfono al otro lado del Atlántico.
¿Dónde grabaron Supernature?
Rentamos una cabaña muy similar a las que solían habitarse hace muchos años. Un lugar bastante amplio y agradable con una gran vista; desde ahí podías ver pasar caballos y vacas. Un lugar de verdad bonito.
Un ambiente distinto al que rodeó a Black Cherry.
Sí, mucho. Black Cherry lo hicimos en una especie de estudio, un lugar que acondicionamos de esa manera, para tocar ahí, y que definitivamente nos brindaba mayor comodidad que una cabaña. Además estaba ubicado en la ciudad, eso crea una atmósfera distinta a la que obtienes grabando canciones en un ambiente campestre.
¿Podrías describir los roles que juegan Allison y tú en Goldfrapp?
Bueno, no solemos decidir qué es lo que cada uno tiene qué hacer. Fluye de manera sencilla. Por ejemplo, yo suelo sentarme frente a la computadora mientras Alison canta y escribe las letras. Palomeamos mucho. En realidad se trata de una conversación entre dos personas.
Y es una charla atascada de imágenes, son un proyecto muy visual.
Creo que se trata de un par de cosas que no puedes separar, es decir, la imagen y el sonido de Goldfrapp siempre han estado asociados, incluso la imagen ha llegado a elevar potencialmente nuestro sonido. Las imágenes son muy útiles para comunicarse, entre Alison y yo solemos usarlas, cuando platicamos sobre música utilizamos imágenes en lugar de palabras porque sin ellas nos sería muy difícil conseguir una comunicación. La música no es de palabras; puedes hablar de algo que es duro, suave, rápido o lento, pero esas palabras no reflejan lo que estás sintiendo; tristeza o calentura. La música consiste en evocar imágenes.
Alison y tú ya hicieron un remix para Marilyn Manson ¿a quién prefieres para que haga uno de Goldfrapp?
Eso estaría bueno… ABBA sería una buena opción.
¿Qué tal Porstihead?
No, creo que no (rie). Pero bueno, me gusta Portishead. Hay quienes consideran que lo que alguna vez hicimos mantiene relación con el sonido de Porstihead, pero nosotros jamás lo pensamos, en serio. Aunque quizá un remix traería algo interesante.
surfamigo@hotmail.com